jueves, 2 de mayo de 2013

El comienzo

Hace ya más de una semana que echó a andar el proyecto. Seis pollos de lechuza provenientes de Brinzal, centro de recuperación especializado en rapaces nocturnas, fueron bautizados y colocados en su nuevo hogar: nuestra caja de hacking. Fue un día de celebración y aprendizaje, en el que los voluntarios pudieron tener un contacto real y cercano con aquello que hasta el momento solo habían sido palabras y bonitas fotografías; haciéndolos partícipes de algo tangible, de una ilusión transformada en pequeños seres recubiertos de plumón cuyo bienestar era ahora responsabilidad de todos.


Era importante que estuviéramos ahí: era seguramente la primera y única oportunidad de ver a nuestras lechuzas de cerca. El objetivo de usar la crianza campestre como técnica para reforzar la población no es otro que facilitar la incorporación de las aves al medio, facilitando su desarrollo en un entorno lo más natural posible y con la mínima intervención humana. Por ello se alimentan de manera que no nos vean, evitando que nos asocien con la comida, y limitamos nuestra presencia junto al nido a la necesaria para el correcto seguimiento de los pollos. Desde el momento en que los pequeños son colocados en la caja de hacking, no volveremos a abrirla ni a tener contacto directo con ellos a menos que sea estrictamente necesario. Unas mirillas nos permiten vigilar el interior del nido desde fuera, una cámara registrará los vacilantes correteos de los pollos fuera de la caja, y unos buenos prismáticos nos ayudarán a seguir sus primeros vuelos desde algún lugar cercano.

Fue el primero de los muchos atardeceres que pasaremos en la Vega velando por sus nuevos inquilinos, pero el trabajo no comenzó ese día. Hay mucho que hacer antes de ese momento: ideas, estudio, preparativos, permisos y otros pormenores que serán explicados en una próxima entrada.

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