miércoles, 26 de marzo de 2014

Cajas nido: ¡el último empujón!


Más de diez meses, con sus días y sus noches, han pasado desde que aquellos blancuzcos e indefensos, pero despiertos pollos de lechuza, llegaron a la vega granadina un 25 de abril de 2013. Fue a finales de julio cuando renunciaron, abandonaron y se desentendieron completamente de esas pequeñas tablas de madera que durante mucho tiempo consolidaron su refugio. Se fueron del cajón de hacking para entablar el más profundo, vigoroso y perpetuo vínculo con la naturaleza. Indómitas, salvajes y exentas de cualquier amparo, auxilio o protección humana sobrevuelan a día de hoy los nocturnos cielos granadinos. Solas, y dependiendo única y exclusivamente de su destreza como cazadoras, topillos y ratones han sido su sustento durante los últimos fríos meses de la campiña. Al contrario de lo que temíamos, el duro invierno ha pasado por ellas como una estación más que figura en el calendario.

La llegada de vencejos y golondrinas, las azaleas y crisantemos en flor, el aleteo incansable de abejas y mariposas; vociferan, adivinan y parecen enunciar a vuestras y nuestras lechuzas, que la ocasión, el momento y la oportunidad de la reproducción se está acercando. Con algo más de un año de vida, ya están preparadas para dar lugar a esa progenie que corrobore y materialice su éxito como Guardianas de la Vega. Una progenie que de forma innata, es tan deseada por las jóvenes lechuzas como por todos nosotros.


Con el único fin de ayudar y asistir a las todavía principiantes lechuzas, el Proyecto Sobrevolando ha instalado dos cajas nido en el IFAPA de la Vega de Granada, cerca del lugar donde se ubicó el hacking. Las cajas nido han sido elaboradas con:

- Madera de pino con un grosor de 1,8 cm
- Sustrato: grava y corteza de pino
- Aceite de linaza

Cada una de las cajas nido tiene unas dimensiones de 32 cm de alto, 44 de largo y 30 de ancho, siguiendo las medidas recomendadas por GREFA. El tejado de las cajas además presenta un desnivel para formar un pequeño tejado por el que deslice el agua. Ya sabemos que las lechuzas no son muy diestras en los días lluviosos, así que toda ayuda es poca. Por otra parte la entrada es de 15 x 15 cm, con una pequeña repisa donde se podrán apoyar sin dificultad. La corteza de pino usada como sustrato presenta propiedades bactericidas, por lo que nos permite mantener de alguna forma la “higiene” de la caja nido.

Las cajas serán vigiladas cada semana, con la ilusión de que en una de las escapadas a la Vega veamos indicios (egagrópilas, excrementos…) que nos lleven a pensar que nuestras pequeñas amigas aladas han decidido continuar la aventura, esta vez para quedarse.

Juan Lorente, Mariola Sánchez y Rubén Tarifa ultiman los detalles de las cajas nido con la ayuda de Moncho, uno de los más incansables voluntarios del proyecto.